El distrito de Horta-Guinardó es inmenso, buena prueba de cómo sería necesario cambiar la división administrativa de Barcelona para dar poder a la unidad barrio, bien de forma individual, bien en concentraciones de territorio más harmónicas y, por lo tanto, más gobernables desde una identidad afín y la cercanía.

Dentro de este conglomerado existen dos Guinardós. El primero, cuyo nombre proviene del mítico torrent de la Guineu, es enorme, y como es comprensible presenta distintas problemáticas, en el léxico de la serie heridas abiertas. Sin embargo, empezaremos con el patito feo, muy paseado en estas páginas y de regreso ante tanta pasividad tras años y más años de lamentos.

El Baix Guinardó es el mayor ejemplo de barriada dejada a su suerte al estar en tierra de nadie, entre la Sagrada Familia y el Park Güell, salvo por el hecho de tener a nada la sede del Distrito, la maravillosa casa de les Altures. No muy lejos, el debate hegemónico en la actualidad se centra en el traslado del mercado de la Estrella al lago de los jardines, valga la redundancia, del Baix Guinardó, donde antaño lucían los cuarteles de caballería de Lepanto.

Quizá la instalación del mercado, criticada por quitar un espacio al vecindario y añadir otro correspondiente al barrio de Gràcia, podría ser un acicate para despertar un poco ante tanta poca vergüenza, reflejada con estrépito en el núcleo del torrent de Lligalbé, uno de mis fetiches, sobre todo por cómo el Ayuntamiento de Ada Colau, con el partido del nativo de la zona Collboni a la cabeza del Distrito, casi se ríe en mi cara pese a tener una idea constructiva sobre el entorno.

Curso del torrent del Lligalbé en la zona 1 del parque fragmentado. | Jordi Corominas

El torrent de Lligalbé está documentado desde la Edad Media, y es uno de los cuatro con paso por el Baix Guinardó. Los demás son el de Milans, Faura y Delemus. Nuestro protagonista dio nombre a una calle cuando se urbanizó la zona, reforzada a principios de los años veinte por el empresario de arpilleras Manuel Boné, quién hizo construir su homónimo pasaje y el de Sant Pere, cuyo final confluyó desde 1947 con la Granja Guillén, en pie hasta poco antes de la pandemia, cuando fue poco a poco despedazada, quedándose como único recuerdo histórico un hito de camino y los muros para delimitar el curso fluvial, mucho menos vistosos que el mural de la plaza sin nombre.

En 2020, ante la previsión de pisos y una pequeña área verde, unos chicos ocuparon la antigua ubicación de la granja. Así emergió el Hort el Brot, una esperanza o, si se quiere, una intuición de brindar el Lligalbé a los vecinos. Como la plantación agrícola, repleta de actividades para todos los públicos, no era municipal fue desalojada al cabo de año y medio para instalar un macro parking al aire libre, complemento de otro anterior y uno inamovible en el passatge Sant Pere.

Vista del torrent del Lligalbé, el caminito hacia Padilla y el actual aparcamiento al aire libre. | Jordi Corominas

En más de una ocasión, junto a la arquitecta Cristina Goberna, me reuní con representantes del Distrito para comentar una reforma coherente que transformara el torrent de Lligalbé y los pasajes próximos en un espacio sostenible y emblemático de pedagogía urbana con el fin de otorgarlo a los habitantes del barrio.

El Baix Guinardó es una barriada con poco legado patrimonial, y por eso la trilogía de estos párrafos es aún más necesaria desde su preservación, que propiciaría dar a conocer su pasado desde lo agrícola hacia la modernidad, algo aún más digno, porque existen tres espacios con posibilidades de ser un parque fragmentado.

El estado actual de la cuestión es que, si siguen el mapa, tenemos ya un rectángulo verde en la esquina con la calle Padilla. Número 1 es lo que definiremos como Lligalbé, donde hoy en día hay sin techo y un pequeño campamento de chatarreros, por no mencionar a personas sospechosas muy esmeradas en lavar sus vehículos. A esto, otro menosprecio al Baix Guinardó, se añade el uso de esos metros para guardar el material destinado a la avinguda de Pi i Margall, frontera entre el barrio y la Vila de Gràcia.

La zona 1 es el espacio del torrent de Lligalbé. La línea verde es el curso del torrent de Lligalbé hasta Mas Casanovas, la amarilla el caminito hacia Padilla. La zona 2 está a la izquierda del passatge de Boné, marcado en naranja. La zona 3 se halla en el passatge de Sant Pere, con su camino marcado en violeta.

El Lligalbé sería el primer eje de ese pacto entre preservación patrimonial y sostenibilidad. La conservación de los muros para encauzar el torrente parte este trecho del parque en dos para sintetizar su historia. Embellecerlo conllevaría enlazarlo con los pasajes, pues como hemos comentado, el de Sant Pere, rojo en la imagen, llega hasta su senda.

Una de las áreas de aparcamiento en la zona 1 del hipotético parque del Lligalbé. | Jordi Corominas

Lepanto separa los dos ámbitos de esta unidad. Número 2 es un campamento barraquista en estado ruinoso, mientras el pasaje de Boné debía ampliar la residencia de ancianos de al lado, pero tras la crisis sanitaria la operación parece congelada. Desde mi propuesta, esta travesía, resistente por sus pocos residentes, podría ser un equipamiento infantil de calidad, más apetecible por los patios de las fincas, complementadas con la extensión del parque del Lligalbé en 2.

El passatge de Boné. A la izquierda la zona 2 del parque. | Jordi Corominas

En el passatge de Sant Pere pueden realizarse varios cambios. Número 3 es un aparcamiento a sustituir por la guinda del parque fragmentado. Asimismo, este pasaje conserva elementos patrimoniales de peso, iniciados con el inmueble novecentista en la esquina de Alcalde de Móstoles y clausurados con una casa modesta junto a Lepanto.

Vista del passatge Boné des de la zona 3, en el passatge de Sant Pere. | Jordi Corominas

La gran problemática es cómo la inacción arruina, envilece y es un virus. Del Lligalbé hasta las escaleras del passatge de Boné, tenemos barraquismo, indigencia, prostitución, suciedad y un foco de mala vida siempre in crescendo. Desaparece al irrumpir el parking del passatge de Sant Pere como consecuencia de un bloque de pisos muy saludable, como si así se trazara una frontera entre uno y otro universo.

La escalera del passatge de Sant Pere al de Boné. | Jordi Corominas

Por lo demás, todo este parque con amplia voluntad patrimonial sería un reclamo más en la carrera hacia la magnitud del verde en el Guinardó. En el Baix sería el aliado perfecto del de Les Aigües, tan sólo alejados por la Ronda, recuerdo de otra brecha muy sangrante por el scalextric.

La zona 3, en el passatge Sant Pere. Hoy es un aparcamiento al aire libre. | Jordi Corominas

El proyecto del Lligalbé es viable, no perjudicaría la circulación automovilística pese a la recuperación completa del passatge Sant Pere y supondría una encrucijada por revalorizar la identidad del Baix Guinardó desde una centralidad patrimonial acompasada con la sostenibilidad propia de las urgencias contemporáneas. Hacer oídos sordos al mismo, como así ha acaecido desde como mínimo 2015, es un insulto a la inteligencia del ciudadano, pues los PGM pueden modificarse y hasta transgredirse cuando conviene. La cuestión es si esto se aplica sólo desde un interés político, por desgracia demasiado inclinado a relegar aquel proverbial para el votante.

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