
Entre el conjunto de frases tópicas que giran en torno al turismo –Yo no soy turista, sino viajero, El turismo es una conquista de la clase obrera, o El turismo genera riqueza– mi favorita es aquella que afirma que Todos somos turistas. Y es mi favorita por la sencilla razón de que es precisamente su carácter directo y breve el que le confiere un enorme poder comunicativo; un poder tal que hace necesario la elaboración de argumentos relativamente complejos a algo que se expresó mediante tres simples palabras: Todos – somos – turistas.
Todos somos turistas es una frase fetiche. Un fetiche es algo que oculta la realidad, que nos fascina con su mera presencia, su simple presentación. Marx usó la metáfora del fetiche cuando, en el primer volumen de El Capital, se refirió al efecto encantador, casi mágico, que las mercancías generaban sobre sus consumidores. Para el filósofo alemán, el fetichismo de la mercancía operaba ocultando el carácter explotador de las relaciones sociales que se daban durante el proceso de producción de los bienes industriales. Algo así opera en la frase Todos somos turistas.
Para comenzar, no es cierto que todos seamos turistas. Según la última Encuesta de Condiciones de Vida de 2023, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en torno al 33,1% de la población española no puede permitirse irse de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año. En Catalunya, estas cifras son del 29,1%. Es decir, en torno a uno de cada tres españoles y catalanes no puede convertirse en turista. Y esto es así porque, según la misma fuente, el 20,2% del total de la población se encuentra en riesgo de pobreza, aunque en lo referente a Catalunya, esta cifra baja hasta el 13,9%. Curiosamente, los mayores índices de pobreza se encuentran, precisamente, en dos de las Comunidades Autónomas (CCAA) más turísticas del Estado: Andalucía, con un 30,5% y las Islas Canarias, con un 26,1%.
En segundo lugar, el uso de la frase Todos somos turistas no se da en un vació social y espacial, sino que suele aparecer en medios, discursos y conversaciones donde se intenta justificar la situación generada por el turismo bajo la perspectiva actual. Es así que las recientes críticas a las dinámicas de turistificación que están viviendo numerosos territorios se han visto contrarrestadas con frases como ésta, en positivo, pero también mediante el uso de etiquetas y acusaciones estigmatizadoras como la de turismofobia. Todos somos turistas opera de una forma diferente, reparte la culpa. Si todos somos turistas, todos somos responsables y como todos seguimos queriendo ser turistas, está en nuestra mano, siempre bajo una óptica de comportamiento individual, solventar el problema. Pero es que, simplemente, no todos somos responsables. El turismo es una actividad económica que genera enormes beneficios y salarios bajos. O, recomponiendo la frase, genera enormes beneficios porque se basa, en lo fundamental, en el empleo de mano de obra que no necesita de una gran formación y que, por lo tanto, parece verse abocada a recibir bajos salarios. En otro lado, ya comentamos que el sector turístico mantiene una escasa capacidad como mecanismo de redistribución de rentas. Poco más del 18% del valor añadido de la industria turística se dedica a los salarios, cuando esta cuantía supera el 50% en el resto de la economía, mientras que más del 80% del valor añadido acaba en manos de las retribuciones del capital. Solamente este reparto inequitativo, por llamarlo de alguna manera, de los beneficios generados por el turismo ya serviría para apuntar que no todos somos responsables de la situación actual del turismo, sencillamente porque hay algunos que se están beneficiando enormemente de esta situación, mientras que otros se ven abocados a trabajar en aquello que el mercado laboral les ofrece.
Ni todos somos turistas ni todos somos igualmente responsables. La frase Todos somos turistas es simplemente uno de los recursos discursivos e ideológicos que ha triunfado a la hora de justificar la situación en la que viven cientos de miles de personas, las cuales cuentan con salarios insuficientes para una vida digna, además de tener que soportar los impactos que el turismo genera, mientras que determinados grupos sociales continúan llenándose las manos con una actividad que hace tiempo que dejó de ser esa industria sin chimeneas que nos prometieron.
Así que ya lo sabéis, la próxima vez que escuchéis esta manida frase recordar que no todos somos turistas. Puede que no lo sea ni siquiera vuestro interlocutor.



1 comentari
me gustaría saber dónde encontrar el estudio del que se concluyen los datos que se dan en este artículo. particularmente el que refleja el poco valor añadido del que se benefician los trabajadores del sector turístico.