Las recientes noticias, desde diferentes medios de comunicación -a destacar la labor de La Directa destapando la manipulación de los datos de asistencia y audiencia por parte de los organizadores con el fin de conseguir una mayor financiación pública-, han finalmente mostrado el origen de la celebración de la Copa América en Barcelona como evento de clase. La idea, recuperar la motivación por la ciudad por parte de las élites empresariales locales, surge después de los años del procés y es facilitada por la capacidad de éstas de acceder a los cenáculos del poder político. El ímpetu de la burguesía local, unida a las ganas de abrazar ideas similares por parte de algunos de los partidos en el poder, hicieron el milagro posible: llevar a cabo un evento sin ningún tipo de relación con la ciudad y bajo la perspectiva de, de nuevo, mejorar la posición competitiva de Barcelona en la eterna competición de ciudades por la atracción de capitales y visitantes. No olvidemos tampoco aquello tan freudiano de las élites políticas y económicas locales de que el món ens mira.
El sociólogo urbano Mike David, fallecido hace un par de años después de una larga enfermedad, nos recordaba en una de sus obras canónicas, Ciudad de Cuarzo. Arqueología del futuro de Los Ángeles, el cierto carácter naif, la inocencia, de parte de la izquierda al pensar que la conformación de los movimientos sociales siempre se lleva a cabo desde perspectivas progresistas. Davis realiza esta afirmación en base a su conocimiento de la articulación de los propietarios urbanos de la ciudad californiana a la hora de defender sus derechos y privilegios sobre la valorización constante de sus propiedades inmobiliaria. Estos dueños de medios de producción, el suelo, se aglutinan en torno a un fin común, el incremento continuo y sin fin del precio de sus recursos inmobiliarios. El escaso número de los mismos, siempre inferior a los perjudicados por tal tipo de mecanismo económico, facilita el encuentro, la toma de decisiones y el ejercicio de la presión política.
A esto hay que sumas las aportaciones del historiador E. P. Thompson cuando en La Formación de la Clase Obrera en Inglaterra completa el análisis inicial clásico del marxismo que apuntaba al desarrollo de la historia como parte de la lucha entre colectivos sociales organizados en torno a intereses contrapuestos. Si bien Marx y Engels ya habían avanzado en este sentido en la primera de sus obras conjuntas, el Manifiesto Comunista, no habían descendido al nivel de detalle a la hora de explicar los factores explícitos que hacían posible esta dialéctica conflictiva. Thompson apuntaba, para ello, a una dirección clara: es la lucha la que crea las clases, más allá de la posición objetiva de sus miembros. La situación de los individuos y la creación de relaciones de solidaridad se genera a partir del encuentro de los mismos en algún lado de la trinchera. Esta explicación, que no ha dejado de ser criticada desde su propuesta por algunos sectores relativamente dogmáticos, permitía explicar, además, la conformación de alianzas inicialmente contra-natura cuando se habla de lucha de clases en el ámbito de la reproducción social.
La Copa América, con su origen y desarrollo, esto es, la privatización del acceso al espacio público, la limitación en la celebración de manifestaciones de la cultura popular, el uso excesivo de la policía, la tergiversación de la normativa reguladora sobre el acceso a las playas, la sobre-mercantilización de áreas de ocio como el Parc Güell o el uso y abuso de la imagen de la ciudad y su apropiación por parte de la clase empresarial y sus representantes en el Ayuntamiento, concentran y manifiestan acciones de clase, precipitando un espejo invertido colectivo que se aglutina en la defensa de intereses contrarios.
Es así como debemos siempre analizar las acciones que plataformas como No a la Copa América, el Sindicat de Llogateres o la Assemblea de Barris pel Decreixement Turístic (ABDT) plantean contra la celebración de un evento como la Copa América: acciones que articulan respuestas de clase, principalmente en el ámbito de la reproducción social, y que, simultáneamente, constituyen el pegamento social necesario para expresara respuestas similares o de mayor escala de cara al futuro.
La Copa América es un evento de clase y la respuesta a la misma también.



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