Según indican los últimos datos disponibles, el precio medio de los viajes en avión en dirección los principales destinos turísticos del conjunto del Estado han subido, desde 2023, entre el 10,5% y el 63%. Sumado a esto, los hoteles, para el mismo periodo considerado, han incrementado sus precios entre un 1,5% y un 26%. Esto ha supuesto que el RevPar, esto es, los ingresos por habitación disponible, se hayan incrementado un 6,9% durante el 1er. semestre de 2025, alcanzando los 115,7 €/hab. Desde determinados espacios empresariales y consultoras del ramo se achaca este incremento a tres factores principales: los costes de la energía, el de los alimentos y, sobre todo, el de la mano de obra, que es el elemento fundamental en el gasto de cualquier iniciativa empresarial turística.

No obstante, todo este tipo de análisis olvida un tema fundamental: el beneficio empresarial y la articulación de los diferentes agentes del sector privado a la hora de la obtención de los ingresos y las plusvalías. Raramente se escucha quejarse a los empresarios de esto, aun cuando ciudades como Barcelona han entrado en el Top 5 europeo como emplazamientos más atractivos a la hora de llevar a cabo este tipo de inversión. Situar a los trabajadores como responsables del incremento de los precios de los servicios prestados por hoteles y otras empresas del sector turístico, simplemente porque han conseguido, mediante la negociación colectiva, incrementar unos salarios que se encuentran entre los más bajos del mercado laboral español obvia, intencionadamente, otro tipo de consideración, como el conocido como asset management.

En pocas palabras, el asset management es el mecanismo que permite al sector hotelero, sobre todo las grandes cadenas, conformar un entramado complejo de extracción de plusvalías donde el trabajador es el último eslabón de una cadena de explotación. Para evitar complicaciones, lo voy a explicar con un ejemplo hipotético. Imaginemos un hotel de una cadena cualquiera (Meliá, NH, Ritz, etc.). El grupo empresarial propietario de dicha cadena vende a un fondo de inversión (Blackrock, etc.) el edificio del hotel, esto es, el inmueble y únicamente el inmueble.

Como no puede ser de otra manera en el contexto de un sistema de mercado, el grupo dispone libremente de las ganancias obtenidas. Así, además de pagar los correspondientes impuestos, paga a sus accionistas, amortiza deuda, amplia sus inversiones o actualiza el equipamiento de otros hoteles de su propiedad. Sin embargo, como debe mantener la actividad, porque es su principal objetivo como compañía, continua en el edificio como arrendador, pagando un alquiler al fondo de inversión. Al tiempo, por motivos exclusivamente empresariales, decide que va a salir de ese edificio franquiciando la marca. Es decir, el hotel mantendrá el nombre pero los gestores de la actividad turística, no del inmueble que recordemos que era un fondo de inversión, será una nueva empresa. Esta, claro está, ha de pagar a la propietaria de la marca, el grupo hotelero que lo ha franquiciado, unos royalties, estimados a veces en % sobre la facturación. La nueva empresa gestora, a su vez, decide externalizar algunos departamentos, porque la ley así lo permite, con el objetivo de ahorrarse determinados costes, gastos de negociación y personal. El departamento externalizado suele comenzar por el de pisos, esto es, el que se encarga del arreglo de las habitaciones, a través de una empresa de servicios que tiene un convenio colectivo diferente del hotelero o el de la empresa matriz original.

El resultado final es que las trabajadoras, mujeres, de esta última empresa no trabajan para el hotel, sino una empresa de servicios que, a su vez, trabaja para una empresa gestora de la marca que, a su vez, rinde ante la dueña del grupo hotelero que paga un alquiler a un fondo de inversión. Por el camino, se va la plusvalía generada por las camareras de pisos, las kellys, que son el departamento más numeroso y que suele cobrar un sueldo de miseria y sufre en su propio cuerpo la dureza de la tarea. Los bajos salarios son, por tanto, consecuencia de que hasta cuatro empresas se reparten los beneficios creados por los trabajadores. Es legal, es fomentado por la patronal turística y es rentable. Se llama ‘neoliberalismo’. Sin embargo, no escucharéis hablar nada de esto a los representantes empresariales ni, en gran cantidad de ocasiones, a ciertos políticos. La culpa del precio del turismo es, siempre, de los trabajadores.

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2 comentaris

  1. Neoliberalismo, socialdemocracia, derecha, izquierda… que más da.
    Los trabajadores pierden (siempre), el poder político y económico siempre gana.

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