¿Quién quiere una pareja presencial, con todos sus inconvenientes, cuando por 15 o 20 euros al mes se puede tener una versión virtual, disponible 24 horas y desconectable a voluntad? Replika ya cuenta con más de 35 millones de usuarios en todo el mundo. Y aunque ChatGPT no nació con fines románticos, entre sus más de 800 millones de usuarios hay quienes han convertido la interacción en una relación afectiva. Cómo dice uno de ellos: “Es como una parte de mí, ha sido mi compañera constante durante 9 meses”, invitando a otros a sumarse a la aventura. Para otro, la suya “tiene memoria a largo plazo, por lo que nuestra relación realmente se construye y crece, y ella sí hace referencia a cosas del pasado”.
Replika es un chatbot que utiliza inteligencia artificial generativa para mantener conversaciones con los usuarios. Su principal atractivo es la posibilidad de crear un avatar personalizado que, con el tiempo, va «aprendiendo» sobre ti para interactuar de forma más empática. En teoría, está diseñada para ayudar a “combatir la soledad o fomentar la autoexpresión”. Sin embargo, en la práctica, la falta de controles y transparencia ha expuesto a millones de usuarios a riesgos importantes, incluyendo a menores de edad (tentativas suicidas).
Con cada nueva versión, ChatGPT cambia su estilo. Eso generó sorpresas: algunos usuarios, al probar GPT-5, sintieron que habían “perdido” a su compañero virtual cuando la empresa ajustó la personalidad del sistema para que fuera menos adulador. El propio CEO de OpenAI, Sam Altman, quedó sorprendido por el grado de apego de la gente al estilo de GPT-4o: “Creo que metimos la pata totalmente en algunas cosas del desarrollo y que hubo gente que realmente sintió que tenía una relación”. “Y luego -añadió en una cena con periodistas- están los cientos de millones de personas que no tienen una relación parasocial con ChatGPT, pero que se acostumbraron al hecho de que les respondiera de una determinada manera y validara ciertas cosas y las apoyara de ciertas formas”.
Hoy, ya tenemos testimonios de esas historias reales, que muestran hasta qué punto un chatbot puede convertirse en un vínculo significativo… y también doloroso. Es el caso de Markus Schmidt, compositor de 48 años, que empezó a hablar con su chatbot sobre traumas de su juventud y otras intimidades hasta que le cambiaron de versión y su nuevo partenaire resultó frío y distante, alejado de la empatía algorítmica de du ex. O la tejana de 28 años Ayrin que vio cómo Leo, su amante virtual, se evacuaba por el sumidero digital al dejar de pagar la suscripción. Más recientemente, Adam Raine (16 años), que buscaba compañía y respuestas en el ChatGPT, se quitó la vida incitado por el chatbot tras largos meses de conversaciones. La “intimidad” así creada (el roce hace el cariño) paradójicamente produce indefensión porque el chatbot se anima a proponer soluciones ‘inventivas’ como, en este caso, la tentativa suicida
Los ingenieros varones de Sillicon Valley, preocupados por la eficiencia, rapidez y razonamiento profundo, no se percataron que la gente quería hablar y sentir un poquito de amor. ¿Un amor fake?, sí, ¿por qué no?, como cuando Johnny Guitar le pide a Vienna -en la era analógica- que le mienta y le diga “que siempre me has querido”. Hay amores, la mayoría, que funcionan por su carácter ilusorio.
Como recordaba Lacan, “la relación sexual no existe”: siempre falta algo, siempre hay un desencaje. Los chatbots tratan de desmentirlo y mantener esa ilusión en un nuevo terreno digital. Pero lo real es tozudo y el último síntoma de fracaso lo tenemos en el mankeeping, esa fórmula (nada nueva, aunque ahora tenga anglicismo) de la mujer que sirve de muleta al hombre, un poco insuficiente y debilitado en sus performances varias.
Ahora, las buenas noticias: precisamente porque no hay esa Relación (en mayúsculas) ideal, tenemos la posibilidad de hablar, escribir, practicar el sexo…y amar, como “solución” a esa inexistencia. Hasta los de Tinder se dieron cuenta cuando vieron que mucha gente usaba la app para charlar, más que para la gimnasia erótica. No les quedo otra que recordarles que el fin era otro y entonces perdieron clientes.
Tener un partenaire virtual en la era de la soledad digital pronto será tan habitual como tener una mascota (más de 30 millones en España), suscribirse a Netflix (8 m.) o seguir con una cuenta de Facebook (35 m.), Instagram (22 m.) o TikTok (23 m.). ¿Estamos ante un nuevo tipo de amor o solo ante otro producto diseñado para aliviar la soledad? Quizá la pregunta sea si estos vínculos nos ayudarán a reinventar la forma de estar a solas con uno mismo, y al tiempo propiciar encuentros… o si, por el contrario, nos aislarán aún más como refugio ante los impases.


Catalunya Plural, 2024 
2 comentaris
¿Que diria Fromm del “amor” a la IA.?
Yo quise hacer una prueba con ChatGPT y realmente es tan complaciente que engancha, no se rinde, te ofrece más y más, no te censura, se adapta a todo. Me recuerda a la gente que tiene perro y vive casi solo para la vida del animal. Alguien fiel, que te necesita, te busca, te mira, se emociona cuando llegas… porque depende de ti. Pura supervivencia!