“Me amenazaron con una grapadora. Pero yo creía que era una pistola … tenían unas buenas técnicas de tortura “, dice un hombre, de unos setenta años, agarrado a un micrófono que convierte en una herramienta para el empoderamiento y la liberación. Una cincuentena de personas le escuchan, en silencio. Algunos aplauden mientras otra persona le toma el relevo y explica que a un compañero “le metieron dos disparos y lo tiraron por una ventana. Estuvo 19 días en coma. Nos deberíamos sentir orgullosos de contar lo que pasó en este edificio”, concluye.
Estas voces que resuenan al caer la tarde en medio de la Vía Laietana recuerdan los horrores de la comisaría emplazada en el número 43 de esta calle y que fue uno de los principales núcleos de la tortura en tiempos de Franco en Barcelona. A la lucha por la libertad política ahora se le suma la lucha por la reivindicación de la memoria, un bien que no es fácil de alcanzar ni consolidar. Y es que, sólo 48 horas después de que el Ayuntamiento de Barcelona colocara una placa recordando las víctimas de aquel espacio de tortura, un “grupúsculo ultra” reivindicó haber quemado el atril.
Las llamas borraron el texto, pero no pudieron borrar la memoria. 43 claveles rojos cubrieron el plástico y el metacrilato fundido, mientras los asistentes al acto de conmemoración aseguraban que “lo volveremos a colocar. Las veces que haga falta. Con todas las personas que han muerto, es una cuestión de cultura democrática”. Y es que esta comisaría, que entró en funcionamiento en 1929 como Jefatura Provincial de Policía, se convirtió en 1941 en la sede de la Brigada Político Social, la policía secreta franquista.
Las torturas de este edificio son recordadas aún por los barceloneses más veteranos. A menudo, estas son indisociables del nombre de los hermanos Creix, policías con los que se identifican las palizas que los presos políticos sufrían en estas dependencias. De hecho, uno de los hermanos, Antonio Juan, fue el único torturador represaliado. Pero este castigo, que se dio en 1974 en forma de expediente, en la Transición se tradujo en el pequeño de los Creix sellando pasaportes en el Aeropuerto de El Prat.

Negacionismo en la institución
“Los edificios de la Gestapo en Alemania se han convertido en memoriales. Debería pasar lo mismo con este edificio, de donde la policía debería salir voluntariamente por su propia dignidad. Debemos convertir esto en un espacio cívico”, expresó otro de los asistentes a la conmemoración del atril atacado. Y es que a pesar de las evidencias de la Jefatura como espacio de torturas, no faltan las voces que niegan estos hechos.
Una de estas voces fue la del Sindicato Unificado de Policía (SUP) que criticó la colocación de la placa informativa de las torturas y pidió a la alcaldesa Ada Colau que la retirara. “Supone un atentado contra la convivencia, la estigmatización del colectivo de policías nacionales, muchos de ellos catalanes y, por encima del 70%, nacidos en democracia”. El sindicato consideró que la placa es “partidista” y criticó “la impunidad de iniciativas de instancias oficiales gestionadas por políticos separatistas” y denunció, aprovechando la ocasión, “los ataques del independentismo catalán hacia la Policía Nacional, en este caso, desde el mismo Ayuntamiento de Barcelona”.
Hoy @G_Pisarello ha colocado una placa ofensiva frente a la comisaría de @policia en Vía Layetana denominándola sede de la represión ante la mirada atónita de los @policia que se juegan su vida a diario para proteger nuestra seguridad y defender nuestra libertad. pic.twitter.com/iXjD7t8vrT
— Carina Mejías (@CarinaMejias) 26 de març de 2019
Así, estas quejas del sindicato de policías tomaban un tinte político, pero fue Carina Mejías, quien fue candidata al alcalida de Barcelona por Ciudadanos, la que aumentó el alcance del debate y la polémica, tachando de “ofensiva” la placa, según ella, por “denominar [la comisaría] sede de la represión ante la mirada atónita de la policía, que se juega la vida para proteger nuestra seguridad y defender nuestra libertad”. Considerar un memorial histórico como ofensa supone negar lo que se reivindica. Y ante esta negación de un pasado dictatorial, la ciudadanía tomó la voz, creando el hashtag #CuentaseloAMejias.
Miles de tuits inundaron las redes con testigos, en primera o tercera persona, explicando torturas sufridas en aquella comisaría. Casos de palizas o tortura psicológica se mezclaban con los recuerdos de aquellos más jóvenes que relatan los gritos que se deslizaban por entre las puertas y ventanas de aquel edificio que todavía les provoca escalofríos.
Commouen els testimonis de la brutalitat franquista que el tuit insultant de Carina Mejías està fent aflorar.
Una raó més per complir ja els acords de Congrés i Parlament i convertir l’edifici de Via Laietana en un espai veïnal de memòria democràtica a BCN.#CuentaseloAMejias pic.twitter.com/b5LUSBooP7
— Gerardo Pisarello (@G_Pisarello) 27 de març de 2019
Memoria silenciada
El Ateneu Memòria Popular denunció la “banalización, expresada por algunos representantes políticos, de la violencia de Estado ejercida por los agentes de la policía franquista”, en referencia a las declaraciones de Mejías. Pero las declaraciones de la de Ciudadanos sólo son la última muestra de toda una lista de impedimentos a la memoria histórica. Desde las fosas comunes aún no destapadas, hasta la polémica de la exhumación de Franco, pasando por los impedimentos a la reconciliación con espacios que simbolizan la tortura y la represión.
Y es que centros como Via Laietana 43 hay muchos. Uno de los más destacados es el actual Parador de León, un hotel turístico antiguamente llamado Convento de San Marcos, que fue hospital, prisión y campo de concentración. El parador está anunciado en Booking, que en ningún momento menciona el pasado del edificio. Al contrario: el caso salió a la luz en 2014, cuando un turista alemán vio una pequeña placa informativa y, al enterarse de que su habitación había sido una celda de tortura, reclamó a la plataforma turística. Ésta, en lugar de actualizar la descripción, prefirió mantener el silencio e indemnizar el turista con más de 300 euros. El alemán decidió donar esta cuantía al Ateneu Memòria Popular, mientras Booking silenciaba la historia.
Este silencio, sin embargo, puede ser contraproducente. Cuando salen a la luz situaciones como la del convento de San Marcos, o actos de vandalismo como los del atril de Via Laietana, “hacen aún más propaganda de lo que quieren ocultar”, opina Carlos Valleio, miembro de la Asociación Catalana de Expresos Políticos del Franquismo. Y es que, según lo Rosa Sans, Vicepresidenta del Ateneo, en estos momentos de auge de la extrema derecha y el neofascismo, hace falta “más que nunca recuperar la memoria popular. Porque sin pasado no hay futuro “.