No solemos caminar con la vista puesta en diseccionar manzanas. Eso produce una percepción, como mínimo, curiosa de las ciudades, porque cuando nos adentramos en una conocida es una parte más de un avance caminador, pero si pensamos las cuadrículas una a una podremos entender el porqué de ciertas formas urbanas.

Estoy, para variar, en otra frontera más de Barcelona. Mis pies se sitúan en el passatge de la Igualtat. Cartagena es un límite natural entre zonas, si bien aquí interviene otro más artificial, la avinguda Gaudí, unión de antagonistas modernistas concebida por Léon Jaussely, aceptada por el plan Romeu-Porcel de 1917 e inaugurada en 1927 en homenaje a Miguel Primo de Rivera, y este nombre de tan mal recuerdo no debe hacer olvidar cómo la ciudad cambió de manera colosal por la Exposición Internacional de 1929.

De Cartagena a Padilla median cuatro islas, y si a ellas he llegado es por machacar determinados paseos hasta aprender a leer los signos exteriores. En este caso concreto debemos tener presentes muchas referencias apuntadas en los mapas. Observamos un vacío en Igualdad, Còrsega y Castillejos, otra calle falsa, de nuevo cuño para honrar la batalla marroquí ganada por Prim, consecuente con el nomenclátor del entorno, aunque más estrecha e irregular con relación a sus homólogas.

¿Cómo se llenaron estos huecos? El 25 de junio de 1935 se aprobó la ley Salmón, denominada así por el apellido del Ministro de trabajo, el cedista Federico Salmón. Esta legislación quiso mitigar el paro obrero a través de la construcción de viviendas, garantizando ventajas fiscales a los empresarios del ramo en lo concerniente a la edificación de más de tres mil viviendas asequibles para una supuesta clase media, más bien quimérica por aquel entonces y uno de las causas más probables de la derrota en la Guerra Civil. En Barcelona se emprendieron un centenar y medio.

Lo más chocante de todo este entuerto, estudiado con insana vagancia por algunos periodistas no tan de antaño, es cuando se colocaron las placas, no todas calcadas, donde se grabó lo siguiente: Ministerio de Trabajo. Esta casa está acogida a los beneficios de la ley de Paro de 25 de junio de 1935.

Placa republicana de Castillejos 305 | Jordi Corominas

En esos artículos de aficionados suelen citarse dos inmuebles en l’avinguda de Sarrià. El primero localizado por servidor fue una inigualable sorpresa en Gràcia, en la calle de Sant Lluís a la vera de Escorial. El impacto fue más bestia desde mi ignorancia, tan buena ella para indagar más y asesinar los tópicos, pues si bien es correcto hablar de muchas fincas de características arquitectónicas similares, influenciadas por el alemán Erich Mendelshon, cuyos detalles estilísticos impregnan mucho parque inmobiliario condal durante los años veinte y treinta, no todas son como dos gotas de agua. Un ejemplo de esta estética, quizá el más paradigmático de la propuesta, es la casa María Cabra Urgell, en Madrazo con Dènia, de Pere Benavent de Barberà, con gusto por firmar su producción en la fachada y de gran trayectoria hasta mediados de los años cincuenta. En los treinta, además de rubricar la casa Jacint Esteva de passeig de Gràcia, donde se ubicaba el mítico restaurante La puñalada, se especializó en un racionalismo bastante puro, constatable no lejos de nuestras pisadas, en Castillejos 334 y en el 56 de la avinguda Gaudí. Estos nos conducirían a pensar que bien pudo haber concebido los bloques, adeptos a la Ley Salmón, comprendidos entre los números 617-619 y 621-623 de Còrsega; el primero es igual al de Madrazo, mientras el otro podría ser de un compañero de oficio, este último con su plaquita extirpada a causa de otro misterio de esta medida legal de 1935.

Casa de Pere Benavent de Barberà a Còrsega 617-619 | Jordi Corominas

La Ley Salmón fue aplaudida por el Franquismo, y el verdadero artífice de las placas para recordar la tarea del ministro derechista fue su sucesor, José Antonio Girón de Velasco, a la postre uno de los popes del búnker de los estertores dictatoriales. Quizá por eso algunos Ayuntamientos, desde su habitual rigor histórico, han arrancado unas cuantas, como la de Sant Lluís, al asociarlas con los ganadores desde el impulso destructor primigenio, pues la excusa para quitarlas era el yugo y las flechas de otra iniciativa en 1953. Hubo muchas variaciones, desde la de renta limitada hasta toda la acción del Instituto Nacional de la Vivienda, y desde mi punto de vista me parece una estupidez suprema eliminarlas, porque además hacerlo es hipócrita, cómo comprobé hace poco en la avinguda de Pedralbes, donde dos moles residenciales conservan unas de 1948.

La pista para rellenar el espacio huero de este limbo arranca en otra Salmón de Cartagena 293. El siguiente cruce nos traslada a Còrsega, y el catastro, siempre tan servicial, me informa de las fechas de los proyectos de ese tramo inferior de la manzana, casi todos concluidos entre 1938 y 1945. El Ayuntamiento debería digitalizar y agotar todo el catálogo edilicio capitalino para entender mejor los procesos, pues entre catetismo y despreocupación no disponer de este fondo significa exprimirse más el cerebro desde la ausencia de pedagogía y detalles impropios de una ciudad tan moderna, más bien provinciana desde los años del Procés.

Cuando concluye este sector de Còrsega podemos descender por Castillejos, donde en ese tramo siempre me atrajo el passatge de Canadell. Justo su izquierda los números 305 y 307 corroboran nuestras intuiciones al ser viviendas Salmón. La última de los aledaños se halla en Rosselló 470, cerca de la Damm, otra ruta de salida para quien quiera imitar lo escrito en estas páginas.

Más allá del enigma republicano estas cuatro manzanas tienen más estímulos a investigar, mostrándonos en esencia tres factores a no desdeñar. El primero es la inmensa estepa libre. En 1931 Castillejos aún no lo travesaba y el passatge de Canadell era más bien una promesa. Lo realizado hasta ese instante era escaso, y ello bien pudiera relacionarse con algún elemento más antiguo. Tras consultar otro planisferio de 1903 descubro la clave. La isla de Cartagena, Rosselló, Còrsega y Castillejos estaba partida transversalmente por culpa del torrent de Milans, mientras la correspondiente a Castillejos, Rosselló, Còrsega y Padilla fue lugar de paso para el de Faura, casi invisible en las fuentes, de hecho la única citación en la red corresponde a un texto mío sobre el torrent de Lligalbé.

Mapa de la zona (1903)

Ambos cursos fluviales fueron fundamentales en ese limes. Faura, como he esbozado hace nada, asemeja al patito feo, como si sus hermanos Delemús, Lligalbé y Milans tuvieran más enjundia para la generación del nuevo paisaje. Aún podemos seguir su trayecto como un juego, y hacerlo nos aportará un gran favor. No queremos conformarnos con la tetralogía de hoy, sino más bien unir desde la lógica esa colindancia de la avinguda Gaudí, dignísima en su representación del racionalismo, con el Baix Guinardó, de donde bajaban los arroyos antes de surcar la antigua carretera de Horta.

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  1. Estem just al davant del Carrer Cartagena i la placa han despertat la nostra curiositat.
    Gràcies oer l’ article.
    Maravellós